jueves, 16 de octubre de 2025

Exordio

   
       Los niños de antaño nacían con los ojos cerrados, pero hoy nacen sabiendo, con los ojos abiertos; opinión de muchas de las personas que intercambian opiniones en la vida cotidiana. No se equivocan puesto que antes la ciencia no tenía el alcance que cuenta actualmente.

Los bebés no nacen con la mente en blanco, como se arguyó. Estos se educan desde el mismo vientre. De acuerdo a sentimientos, preocupaciones, emociones, comprensión; el ambiente que circunda la madre, el equilibrio del hogar, han de conformar en la psique del niño que crece dentro de la madre, el modo o actitud de los padres cuando alcance capacidad orgánica para estar en tierra.

Los alimentos, las bebidas, las adaptaciones de la madre al medio que circunda, el neonato a través de las interconexiones que se adhieren a su progenitora, contacta y programa informaciones y datos necesarios y primordiales, para el establecimiento y virtual desarrollo del “instinto”: tendencia innata a realizar ciertas acciones orientadas hacia un fin, inconsciente y con una finalidad precisa. 

Los instintos más importantes son el de la propia conservación, el de la nutrición, el sexual, el materno, el de defensa, etc.

Con esta premisa, desde que se instituye el embrión se podrían evitar las frustraciones, depresiones, traumas e inadaptaciones; conllevaría esto al desarrollo de una raza superior a la actual. Con mejores condiciones y oportunidades en la vida.  Con una visión clara y precisa de su función en su estadía -de ciudadano- en la tierra.

Estos nuevos antes sociales contribuirían a que castigo, abusos y maltratos sea historia de una raza ignorante, sadomasoquista, egoísta y silogista, que fue sustituida por malinterpretar los fundamentos de la raza humana.

Con SOS han de detener la cadena de abusos y maltratos que todos, en sinfonía cual orquesta, propinan a sus hijos y hermanos; ya por cultura, ya por violencia o sadismo; quizás sea la moda que enarbola al castigo y lo propaga en la ética profesional y secular. Todos son culpables de este brutal atropello a los niños.

Padres que abusan sexualmente de sus hijos; tíos, hermanos, primos, vecinos, amigos de casa, también frecuentan la degradación y el pecado, en contra de los indefensos niños, niñas y adolescentes dominicanos.

Los niños no nacieron para ser abusados sexualmente, para recibir golpes, pellizcos, mordiscos, empujones, bofetadas, nalgadas, correazos, insultos, indiferencias, indigencia, abandono, descuido, falta de afectos, baja autoestima y de cariño.

Si estos fueran parte inherente en la corrección de los seres humanos, quizás tendrían una piel gruesa o cuero, para amortiguar el látigo sin que dañe el suave manto que Dios puso para cubrir los huesos y los músculos.

Es un atropello que ha de condenarse enérgicamente, el que los padres propinen a sus hijos la llamada “pela”. Los menores no son culpables de nacer en un mundo equivocado; en un mundo yoísta, egocéntrico y burlón. Los padres no les pidieron permiso para traerlos a sus moradas; es por ello, la importancia del buen trato a quien se invita a casa.

        Ahora, si se instituye el castigo como forma de frenar las conductas que no acepta la sociedad, ¡por Dios! sean justos e incluyan a los adultos. A los tiren basuras a las calles, violen las leyes del tránsito, a las televisoras que transmiten programas con altos grados de pornografía que atentan la moral y la dignidad de muchos adultos; a los que infringen las leyes civiles, penales, correccionales y criminales; a los borrachos, a los corruptos, a los vagos, a los cristianos calienta bancos; a los que venden cigarrillos y bebidas alcohólicas a menores de edad, y a todos los que no se ajusten a las disciplinas impuestas en su comunidad o país, denles una pela con una correa en plena calle. Habría entonces que dar muchas pelas, no tan sólo a los indefensos niños dominicanos.

Este Manual para la Prevención de los Abusos a Menores, es una preocupación que tienen muchos dominicanos que han comprendido el riesgo de practicar el castigo, que además es un abuso y maltrato, condenables inclusive en el país.

Rogamos a nuestros lectores sensibles a integrarse a una Campaña Nacional permanente que frene, considerablemente, la cadena de maltratos a los menores de edad.

Dios se los tomará en cuenta, cuando hayan de presenciar su tribunal y ser juzgados y pesados en balanza.


         El Autor


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